Se acercó al gigantesco atril y se arrodilló. Debía esperar así hasta que le dieran su aprobación.
- Elige - dijo una voz.
Desde
que no tenía punta sabía que su destino era ser verde esmeralda en
lugar de un simple carboncillo, pero acababa de cruzarse con un turquesa
y empezaba a dudar.
- Elige - repitió la voz.
O quizá cian. O marrón. O azul marino. Había tantos para elegir y tan pocas oportunidades que...
- Elige ahora o deja pasar al siguiente - dijo la voz con impaciencia.
Despertó de golpe y levantó la vista. Frente a él estaba el Libro
abierto de par en par y, en sus páginas, todos los colores del mundo,
millones, todos diferentes, cada uno con su nombre. Cientos de tonos de
blancos, azules y verdes. Verde Esmeralda. El color de sus sueños. Un
código. Lo buscó y, en cuanto lo vio, supo que no debería haber dudado.
- Verde 185 - dijo toda la firmeza que pudo.
- 185. Tipo: Rojo. Concedido - contestó la voz.
Despertó
varios días después. Lo primero que hizo fue mirarse a un espejo. Era
verde, tal y como quería. "Aunque el turquesa", pensó, "tampoco hubiese
quedado mal".
Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)
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