No era feliz. Ser un espejo de baño significaba que era un espejo y que vivía en un cuarto de baño. Todos los días lo salpicaban y lo llenaban de vaho. Todos los días veía a la misma gente hacer las mismas cosas. Todos los días eran iguales.
Entonces un día lo descolgaron y lo llevaron a un taller, donde lo tallaron con diferentes formas y tamaños y, al final, lo metieron dentro de un tubo de metal. Aquella noche vio las estrellas y la luna desde tan cerca que se sintió que podía brillar más que ellas. Aquella nueva vida como telescopio se presentaba muy interesante.
Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)
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