9.12.11

Llave

Siempre llevaba la llave atada al cuello. Era necesario para casos como aquel. El cuerpo estaba inmóvil en el suelo. Se arrodilló y acercó el oído al pecho. Estaba en silencio. Utilizó la llave y lo abrió. Inspeccionó el interior en busca de algo estropeado, pero todo estaba bien, así que dio tres vueltas al engranaje principal, cerró la puerta y esperó. A los pocos segundos el robot de juguete despertó. Sus ojos enfocaron, escanearon lo que había a su alrededor y se cruzaron con los de su salvador. Después se incorporó, le dio las gracias y continuó su trabajo diario. El androide también se levantó. Ojalá siempre fuese así de sencillo.



Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)



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