Al principio miraban las cajas sin comprender lo que estaba
ocurriendo. Sin embargo, poco a poco, la verdad se hizo evidente.
Después de tantos años juntos, se iban. Habían vaciado cajones, embalado
cables, papeles y libros y ya sólo quedaban los muebles. Entonces
llegaron unos señores muy grandes con grandes manos y también se
llevaron las mesas, las sillas y las estanterías, dejándolo todo vacío.
Por primera vez en mucho tiempo, pudieron ver el techo y las paredes.
Todo era un poco menos blanco que la única vez que lo habían visto.
Durante un tiempo disfrutaron de la
soledad y el silencio, después lo soportaron y al final, empezaron a
aburrirse de tanta tranquilidad. Se dieron cuenta de que echaban de
menos los pasos, las voces y, por supuesto, las corrientes de aire que
las mecían cuando alguien abría una ventana. Nadie había abierto las
ventanas desde que se habían ido. Estaba todo demasiado quieto.
Entonces, una mañana, oyeron la puerta abrirse. Una
persona paseó por allí mientras hablaba por teléfono y abrió las
ventanas. A continuación sacó una escoba, las barrió y las metió en una
bolsa. Se quedaron todas muy quietas. La emoción las embargaba. Era el
principio de una gran viaje.
Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)
Más cuentos en: www.senorocre.com
Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)
Más cuentos en: www.senorocre.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario