Montó su muralla pieza a pieza. Debía ser robusta y resistente para
cuando llegara el momento. Sería su refugio. Cuando estuvo acabada,
comprobó que si se agachaba no podían verlo. Preparó su arma y apuntó.
La bestia dormía profundamente en el sofá y era necesario que estuviese
despierta para poder escapar. Pero su despertar era peligroso,
especialmente si no era por propia voluntad. Respiró profundamente,
disparó y se agachó. La bestia se movió y gruñó, pero no despertó. Se
asomó lentamente y vio que había cambiado de postura, dejando
desprotegida su delicada espalda. Volvió a apuntar, respiró, disparó y
se volvió a agachar. El rugido hizo temblar las paredes. De un salto la
bestia se puso en pie y dando golpes y maldiciendo se fue.
Salió entonces del refugio, se fue a la puerta principal de la gruta y
puso cara de niño bueno. Cuando la bestia lo vio allí de pie pensó en
hacer muchas cosas, pero sólo pudo decir una:
- Está bien, iremos al parque, pero no vuelvas a despertarme así.
Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)
Más cuentos en: www.senorocre.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario