Llevaba tanto tiempo a la sombra que ya no
recordaba cómo era la luz del sol. Allí, bajo los tubos fluorescentes,
sobrevivía. Pero aquello no era forma de vivir. Así que hizo lo único
que podía hacer: esperó. Dejó pasar el tiempo. Pero tras meses de
esperar se dio cuenta que aquello no le iba a llevar a ningún sitio. Fue
entonces cuando decidió pasar a la acción.
Estando allí plantado no había perdido el tiempo.
Había estudiado el entorno y a sus habitantes. Conocía sus costumbres.
Sabía todo lo que pasaba allí. Tenía todo lo que necesitaba para trazar
un plan y lo hizo. Sólo necesitaba una cosa: que llegara la primavera.
Entonces le saldrían las flores que con sus colores y su maravilloso
olor atraerían insectos. Esa era la clave: flores. Nunca había tenido,
pero seguro que le saldrían. Eso decían en los documentales de la
tele. Miró el calendario. Estaban en Noviembre. Faltaban... varios
meses. No se le daban bien las matemáticas, pero era paciente. Muy
paciente. Tanto como podía serlo un pino.
Miró por la ventana. Nevaba. Pensó entonces que quizá la maceta no fuese
un lugar tan desagradable. Al fin y al cabo se estaba calentito y le
daban agua y abono.
Se acomodó lo que pudo. Definitivamente, podía esperar allí dentro un poco más.
Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)
Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)
3 comentarios:
Os superáis día a día.
Por si alguien no entiende la crueldad, los pinos son gimnospermas, es decir, no tienen flores...
Pero tienen piñones. (Imprescindibles para la salsa "pesto")
Publicar un comentario