20.12.11

Espinoso

Lo habían puesto al lado del ordenador porque decían que absorbía la radiación del monitor. No sabía si era verdad, pero últimamente era capaz de moverse un poco más rápido de lo normal. También había descubierto que era capaz de entender lo que le decía la chica que se sentaba junto a él. Comprendía las preguntas que le hacía, sus reflexiones y sus análisis, aunque no respondía, pues sabía que ella no esperaba respuesta. De hecho, probablemente, se asustara si la recibiera.

Sin embargo, intrigado por aquellas cuestiones y problemas que le planteaban comenzó a interesarse por lo que ponía en la pantalla y acabó matriculándose en cursos a distancia de programación. De día se dedicaba a aprender de ella y de noche a estudiar.

Poco a poco comenzó a valorar las genialidades y a ver cosas que se podían modificar para mejorar. Pero un día vio un error terrible. Ella había estado programando durante horas con fiebre y se le había escapado un detalle tonto pero que podía tener graves consecuencias. Él esperó a que todas las luces se apagaran y, reuniendo todo el valor que pudo, accedió al ordenador y modificó aquellas líneas. No era un gran cambio, pero era suyo, así que lo firmó como Espinoso.

Al día siguiente ella se clavó un pincho que había quedado entre las teclas. Cuando vio la firma supo qué había pasado. Sin que nadie se diera cuenta puso un poco de abono en la maceta, otro poco de agua y en voz bajita le dio las gracias por la ayuda.


Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio

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